Por Max Torres
El mundo llora la muerte del Papa argentino Francisco Bergoglio, el primer pontífice latino y jesuita en la historia del Vaticano. Su muerte me toca el corazón como a millones de latinoamericanos. Hace seis años tuve la gracia de Dios de viajar con mi esposa a Roma y verlo de cerca en la Plaza de San Pedro dando la bendición y hablar del amor y del perdón que es lo que inspiraba el Papa de los inmigrantes. El anuncio de su muerte fue de lo más inesperado porque se hablaba de su mejoría y de que ya había salido del cuadro crítico. Su aparición en público en la misma Plaza, sin su balón de oxígeno y enviando un mensaje en Domingo de Pascua, nos hizo creer que tendríamos Papa Francisco para rato. Pero al amanecer del lunes, el Vaticano dio la más triste noticia a las 7.35 de la mañana del 21 de abril cuando me preparaba para ir a la Maratón de Boston. “Queridos hermanos y hermanas, con profundo dolor debo anunciar la muerte de nuestro santo Padre Francisco. Su vida entera ha estado dedicada al servicio del Señor y de la Iglesia”.
La noticia conmocionó al mundo y las cadenas de televisión cambiaron el rumbo de su programación para hablar de su vida y de lo que había significado sus 12 años de pontificado tras la renuncia de su predecesor, Benedicto XVI.
Aún me toca el corazón haber visto al Papa Francisco desde el balcón del Vaticano hablar del amor, del perdón, de la humildad ante miles de feligreses en la Plaza de San Pedro. Allí estaba con mi esposa Azucena y con mi primo Armando Catturini que vive en Florida cautivados por sus palabras como católicos, apostólicos y romanos. Esa visita a la Santa Sede me dio la oportunidad de entregarle mi libro “Sueños de Cloaca” que aborda con real crudeza la vida de nosotros los inmigrantes sabiendo que desde sus inicios como Papa en el 2013 siempre habló con pasión en favor de los inmigrantes y marginados.
Entre las cosas más valiosas que guardo de mi vida espiritual está la carta de agradecimiento que el Papa Francisco me envió con dos rosarios, uno para mi esposa y otro para mi, lo que lo interpreté como una muestra de humildad y entendí que ese es el camino que debemos seguir, enterrando la soberbia, el desamor. Francisco ha sido el Papa de la misericordia, de los cambios y de la transformación del Vaticano dejando atrás el conservadurismo católico romano. Siempre me contagió su encanto paternal, su sonrisa radiante y su abierto apoyo a los inmigrantes. En algún momento se enfrentó al presidente Trump por sus anunciadas “deportaciones masivas”.
El Papa Francisco debe inspirarnos a buscar siempre el amor y a pensar que no hay nada imposible en la vida sino hay humildad y compasión. Francisco surgió de un barrio humilde para convertirse en el primer Pontífice jesuita y latinoamericano. Ese debe ser el ejemplo que debemos seguir. Ahora la pregunta que a lo mejor muchos nos hacemos ¿Seguirá la Iglesia Católica en manos de otro Papa latinoamericano?
¿Sigamos cuidándonos? Sin salud mental, no hay salud.
Maximo Torres
Editor, El Mundo Boston
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