Confesiones que duelen

Milagros Marte, la gordita consentida, la comunicadora más querida de la radio, sorprende a toda la comunidad.

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MAX

Maximo Torres
Editor, El Mundo Boston
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Tenía previsto esta semana escribir respecto a la indiferencia o al desprecio a la vida humana por parte de algunas personas que se resisten o no quieren ponerse la vacuna contra el coronavirus. Escuché decir a un especialista que “una vacuna de refuerzo no va a poner fin a la pandemia sino lo que va a acabar con este maldito virus es vacunando a todas las personas que se niegan a recibir la vacuna”.

Es una vergüenza que hasta ahora haya gente en nuestras comunidades más afectadas por el COVID-19 que no quiera ponerse la bendita vacuna. En Lawrence, por ejemplo, una de las ciudades con más del 80% de población latina, solo el 35% de los menores de 30 años ha recibido por lo menos una dosis. Increíble, pero cierto en estos tiempos en que nos amenaza la variante Delta que es más peligrosa y contagiosa. Hoy debes ponerte la vacuna. No lo dejes para mañana.

Pero la historia de los que no quieren ponerse la vacuna por “cabezas huecas” cambió cuando seguí por Facebook Live el conmovedor relato de Milagros Marte, una de las comunicadoras y activistas dominicanas más queridas por la comunidad y colaboradora permanente de El Mundo Boston.

Lo que dijo nos sorprendió a todos, sabíamos que estaba saliendo del cáncer y que desde muy joven enfrentó mil y una batalla para salir airosa de 22 intervenciones quirúrgicas, todas de riesgo. “No le tengo miedo a la muerte, mi vida está en manos de Dios”, dijo Milagros a sus seguidores para confesar a reglón seguido que los médicos le habían detectado cirrosis en la fase 3 y 4 que es la etapa final.

Milagros no pudo contener las lágrimas y lloró mientras hablaba de su nuevo mal que no tiene cura. Muchas personas que seguían su intervención por Facebook llenaron su página con mensajes de los más conmovedores apelando a Dios y a la Divina Providencia por la salvación de su vida. Alberto Vasallo III, presidente ejecutivo de esta casa editora, se sumó a las expresiones de cariño llamándola, como siempre lo hace, “mi hermana mayor” por el grado de amistad que Milagros tiene con la familia Vasallo y con El Mundo Boston.

Mi cariño con Milagros viene de muchos años, desde cuando la entrevisté por primera vez en la década de los 90 como una de las activistas más aguerridas en su lucha por beneficios para la comunidad inmigrante y luego como promotora de espectáculos y comunicadora con su programa radial “Simplemente Milagros”.

Lo que decía por Facebook no lo podía creer, me resultaba difícil de digerir al punto que cuando dijo “mi vida está en manos de Dios. Me veo como ejemplo de fortaleza, pero lloro y estoy lista para seguir, no le tengo miedo a la muerte”, lloré pegado a la pantalla. Su confesión me tocó el alma como cuando vi morir por el COVID a quien siempre consideré mi hermano, el doctor Gerald. 

El caso de Milagros no es COVID, es una enfermedad que requiere tratamiento y cuidado. Los milagros existen Milagros y Dios es misericordioso. Los que no tienen perdón de Dios son las personas que no quieren vacunarse y “continúan siendo responsables de la mayoría de las infecciones y los casos graves de SARS-CoV-2″. A esas personas las autoridades tienen que poner en vereda y obligar a que se vacunen para no seguir poniendo en riesgo las vidas de los que por responsabilidad ya se han inmunizado.

¡Sigamos cuidándonos! La vacuna salva vidas.