Mitos y verdades sobre las vacunas COVID-19

CVD VCN

A medida que ha avanzado el proceso de vacunación contra el COVID-19 en Estados Unidos, muchas inquietudes se han presentado en relación a las vacunas. Así que para resolver ciertas dudas y abordar los conceptos erróneos que circulan por Internet, a continuación presentamos algunos mitos comunes y la verdad detrás de cada uno de ellos.

Mito: Las vacunas COVID-19 se desarrollaron demasiado rápido como para ser seguras.

Es comprensible que las personas tengan esta preocupación. Las vacunas se crearon en un tiempo récord, dos de ellas con una tecnología novedosa. El proyecto gubernamental que lideró los esfuerzos incluso se llamó “Operación Warp Speed”.

Pero en realidad, la tecnología de ARNm detrás de las vacunas Pfizer y Moderna había estado en desarrollo durante casi dos décadas, y una característica clave de la tecnología es su capacidad para producir las vacunas rápidamente.

Al probar las vacunas por seguridad y eficacia, no se saltaron pasos. Se siguió el mismo proceso que con cualquier vacuna, pero para acelerar las cosas, las compañías farmacéuticas realizaron diferentes fases de la investigación simultáneamente, en lugar de secuencialmente. Los voluntarios se inscribieron de forma rápida. Y los fabricantes de medicamentos comenzaron a crear la vacuna incluso antes de saber si sería autorizada, por lo que las dosis estaban listas de inmediato.

Con la decisión de permitir las vacunas para uso de emergencia, la FDA tuvo amplia evidencia de estudios en los que participaron decenas de miles de voluntarios. Y en los meses posteriores, después de que millones las fueron vacunados, estas seguían demostrando su seguridad y eficacia.

Mito: Las vacunas COVID-19 alteran el ADN de las personas

Ese rumor surgió, muy probablemente, porque dos de las vacunas usan un método genético que la mayoría no entiende: el ARN mensajero o ARNm.

Pero no es necesario un curso de genética para comprender este simple hecho: la vacuna de ARNm no puede afectar su ADN porque nunca se acerca a él. Entra en la célula, pero no tiene acceso al núcleo donde se almacena el ADN.

En cambio, el ARNm instruye a las células para que produzcan la “proteína de pico” del coronavirus, que hace que el cuerpo cree anticuerpos. El ARNm se disuelve rápidamente y también lo hace el pico, pero los propios anticuerpos del cuerpo permanecen, preparados para atacar al coronavirus real en caso de que aparezca.

Mito: Las vacunas COVID-19 pueden causar infertilidad

No es cierto. Esto surgió a partir de otro malentendido de la biología humana. Un informe erróneo publicado en las redes sociales indicaba que la proteína de pico en el coronavirus es la misma que la involucrada con el crecimiento de la placenta. Pero eso no es así. Las dos proteínas de pico son completamente diferentes y la vacuna no ataca la placenta ni afecta la fertilidad.

Mito: Las vacunas COVID-19 tienen componentes misteriosos que podrían tener efectos a largo plazo

No hay ningún misterio. Los componentes de la vacuna se enumeran en el sitio web de los CDC. Incluyen ingredientes típicos de las vacunas, como una cápsula de grasa para proteger el ARNm, las sales y un poco de azúcar. No incluyen tejido pulmonar fetal ni microchips para rastrearte. Esas son teorías de la conspiración sin base de hecho.

En los raros casos en que las vacunas causan problemas, se identifican en dos meses, generalmente en días.

Mito: Es mejor para las personas jóvenes y saludables confiar en su propio sistema inmunológico que arriesgarse a vacunarse

Es importante poner en una balanza los efectos secundarios de la vacuna frente a los riesgos de contraer COVID-19.

Jóvenes que eran saludables contrajeron el coronavirus y han tenido que ser hospitalizados con ventiladores en incluso algunos han muerto. Muchos de los que sobreviven al COVID-19 (del 10 al 30 por ciento) padecen síntomas persistentes, especialmente fatiga y confusión mental que les impide trabajar.

Desacreditar los falsos rumores

La mejor manera de superar esto es que las figuras respetables como los médicos hablen individualmente con los que se resisten a vacunarse, explicando de manera empática y respetuosa los beneficios de la vacunación y desacreditando los falsos rumores que puedan haber escuchado. Pero simplemente esperar pacientemente a que los médicos convenzan a los no vacunados de que se vacunen, mientras la gente muere todos los días, no es suficiente. Los gobiernos, los empleadores y otras instituciones deben respaldar esos esfuerzos:

Los empleadores deben instituir, y luego hacer cumplir, los requisitos de vacunación para sus empleados, haciendo de la vacuna una condición de empleo.

Los sindicatos deben exigir requisitos de vacunación en los lugares de trabajo que no los exigen, ya que esas políticas harán que sus miembros estén más seguros.

Darles a los trabajadores tiempo libre remunerado para recibir sus vacunas (las vacunas Pfizer y Moderna requieren dos inyecciones) debería ser la norma para todas las empresas.

Los estados deben permitir que los adolescentes reciban vacunas sin el consentimiento de los padres, para que los padres anti-vacuna no puedan detener a los niños que quieren vacunarse.

Las empresas de redes sociales deben eliminar o, como mínimo, etiquetar la información errónea sobre las vacunas, sin excusas.

Los restaurantes, las aerolíneas y los gimnasios deben exigir un comprobante de vacunación para sus clientes, ya sea que estén obligados a hacerlo o no.

El gobierno y el sector privado deben desarrollar un sistema de pasaporte de vacunas seguro a nivel nacional para facilitar la implementación de los requisitos de vacunas para ingresar a restaurantes, gimnasios, cruceros, aviones y otros entornos.

Tan pronto como la FDA emita la autorización final para las vacunas, los distritos escolares deberían convertirlo en una condición para la inscripción en la escuela, como ya lo hacen muchos para enfermedades como el sarampión.

Los empleadores deberían considerar aumentar las primas del seguro médico para los que no están vacunados o aplicar un recargo a sus cheques de pago, tal como lo hacen algunos para los fumadores.

Como último recurso, los gobiernos locales pueden simplemente exigir vacunas para todos, justo el tipo de política que la Corte Suprema permitió que Cambridge impusiera en el caso de viruela de 1905.