Hay un ‘tsunami’ de oficiales que están abandonando la institución.
Por Maximo Torres
Editor, El Mundo Boston
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De gratas a ingratas noticias, no hace mucho vi a un grupo de oficiales de la Policía de Chelsea tomarse un tiempo de su recargada labor de patrullaje para llevar múltiples regalos a un pequeño niño de padres inmigrantes que celebraba su cumpleaños. Lo vi como el más noble gesto de la policía que mereció el aplauso de toda la comunidad. Aún más, en otra noticia que los enaltece, un oficial de policía de Somerville salvó 9 vidas en un incendio que dejó familias en la calle, pero gracias a Dios sin lesiones ni víctimas que lamentar.
Lo ingrato o la otra cara de la monea es el “sentimiento anti-policial” que hay por las acusaciones de violencia y racismo que, según dice el Sindicato de la Asociación de la Policía Estatal de Massachusetts, ha afectado la moral de sus miembros.
Y lo más grave es que hay un “tsunami” de oficiales que están abandonando la institución por renuncia, bajas por enfermedad o por jubilación anticipada, lo que nos pone en grave riesgo como sociedad.
“La moral en la policía está en su punto más bajo, el reclutamiento ha bajado y nos enfrentamos a problemas críticos de personal que son peligrosos tanto para el público como para nuestros oficiales”, según dice el Sindicato.
Y esto es lo preocupante, nos estamos quedando sin policías y a merced de los facinerosos, de los que promueven escándalos en la vía pública como sucede en las inmediaciones de Franklin Park a vista y paciencia de la policía. La concejal At-Large de Boston, Julia Mejía, me decía por los arrebatos de jóvenes que hacen carreras de moto con música a alto volumen “no hay que poner mano dura, sino dialogar con la comunidad”. Las protestas de los vecinos están a la orden del día, incluso el director del Zoológico ha expresado su preocupación por que “la bulla, la desenfrenada carrera de motos a altas horas de la noche, está afectando también a los animales que no pueden dormir”.
Desde la muerte de George Floyd en Minneapolis a manos de un policía blanco que desencadenó una ola mundial de protestas contra el racismo y la brutalidad policial, las manifestaciones contra la policía del movimiento Black Lives Matter (Las vidas negras importan) no han parado. El ex policía, Derek Chauvin, que colocó su rodilla en el cuello de Floyd hasta que este dejó de respirar, ya ha sido condenado de los tres cargos de homicidio.
Pero como dice un amigo oficial de la policía ya en el retiro “se nos sigue tirando basura con ventilador y si fuera el caso no volvería a inscribirme en la fuerza policial si pudiera retroceder el tiempo”.
Otro amigo policía de origen guatemalteco confiesa que “jamás había visto en más de 20 años en el departamento tanto desanimo entre mis colegas que tienen que ir a las calles a patrullar en condiciones muchas veces peligrosa”.
Según cifras del gobierno, cuarenta y seis policías murieron en 2020 en el cumplimiento de su deber, excluidos los accidentes, y 22 desde principios de 2021. El riesgo que entraña su trabajo ha sido destacado por décadas por la mayoría de estadounidenses amantes del orden y la paz social, pero los continuos videos con imágenes de violencia contra los afroamericanos han afectado sin duda la imagen de los policías.
“Muchas personas ven historias de brutalidad policial y cree que todos los policías son malos”, me dijo en una ocasión el Representante estatal, Marcos Devers.
Es triste, frustrante lo que está pasando con la policía, “no todos los policías son buenos ni todos los policías son malos”, apuntaba Oscar Guerrero, director de INDEX, en un diálogo informal en el Rincón Limeño de East Boston en el que Porfirio “Popi” de las Nieves, empresario de espectáculos, culpaba a la policía de todos los males. Lo peligroso es que a este paso nos vamos a quedar sin policías a expensas de los delincuentes. Una ciudad sin policías no es bueno para nadie.
¡Sigamos cuidándonos! La vacuna salva vidas.